Mostrando entradas con la etiqueta textos curiosos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta textos curiosos. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de marzo de 2012

Ideas ingeniosas ... ¡Genial!

Blog de Tio Tizo:

    Ideas Brillantes que Harán tu Vida más Fácil


    Quitar el centro a las fresas usando una pajita de plástico.



    Frotando una nuez sobre las ralladuras de los muebles cubrirá los golpes y arañazos.



    Para que las manzanas cortadas no se pongan pardas, manténgala unida con una banda elástica.



    Reorganice su repisa de lencería; guarde los juegos de cama dentro de una de las fundas,

    y no tendrá que buscar dentro del montón para completar el juego.
    (este me encanta !!)


    Mejore el volumen de su iPhone & iPod, colocándolo en un bol. La forma cóncava amplifica el sonido.



    Reutilice un dispensador de toallitas húmedas para guardar bolsas
    de plástico.


    Añada esto a su bolsa de playa: El talco para bebés ayuda a eliminar la arena pegada en la piel.
    ¿Quién se lo hubiera imaginado?



    Fije una tira de Velcro a la pared para sostener juguetes de peluche.



    Utilice alambres para sostener rollos de papel de regalos contra el techo del
    armario, en vez de ocupar espacio en el suelo.


    Encuentre fácilmente objetos pequeños, como
    pendientes,
    colocando un pedazo de media de nylon sobre el tubo de la aspiradora.



    Construya un transporte instantáneo para "cupcakes" cortando en forma de cruz en una tapa de una caja.



    Para aquellos que no resisten las cosas arrugadas o enrolladas:
    Cómo doblar correctamente una sábana "contour".



    ¿Se le pierden l
    as horquillas y alfileres? Use tiras magnéticas
    para mantener
    lossujetos tras la puerta de un estante/armariodel baño.


    Guarde los zapatos en un gorro de ducha, para evitar que la suela sucia le manche la ropa.

    Se consiguen dondequiera, prácticamente en cualquier hotel.


    Una tártara de hornear
    magdalenasse convierte en auxiliar para manualidades.
    Pequeños imanes en los vasitos plásticos los mantienen seguros y a prueba de vuelcos.



    Los cierres de las bolsas de pan se convierten en perfectas etiquetas para los cables.



    Pruebe a hornear "cupcakes" directamente en barquillos de helado,
    son mucho más divertidos y más fácil de comer por los niños.



    Haga sus propias
    palomitasde maíz en el microondas en un cartucho corriente de papel pardo.
    Es más saludable y más barato que los paquetes especiales.



    Instale una varilla de cortina para colgar sus botellas rociadoras.



    Ponga su tártara de hornear cabeza abajo y hornee la masa de bizcochitos por encima del molde:
    Obtendrá de inmediato pozuelitos de bizcocho para servir frutas o helado.



    Congele el jugo de sábila (Aloe Vera) en bandejas de hielo para el alivio de las quemaduras de sol.



    Puede crear un huerto de verduras colgado de la p
    ared, utilizando canalones de desagüe de techos.


    Los cartones de huevos son útiles para separar y guardar sus adornos de Navidad

martes, 4 de enero de 2011

Exámenes casi gloriosos ( O para llorar)

Blog de Tio Tizo:
Publicado en un informe escolar de España. Cómo contestan los exámenes los chavales españoles ¡SE HA RESPETADO LA ORTOGRAFÍA ORIGINAL DE LOS ALUMNOS!

Música


P.- La orquesta: Definición, esquema de distribución de los instrumentos y criterio de colocación de estos instrumentos.
R.- La orquesta es cuando se guntan mucha gente que toca, y toca la música. Los instrumentos se colocan unos delante y detras y eso depende del tamaño, por ejemplo la gaita se coloca siempre delante.


P.- Características generales de la música barroca.

R.- Creo que ay un despiste en la pregunta, me parece que es la música marroca. Voy a contestar esto. La música marroca es la de los moros de Marruecos que es muy importante porque la tocaban los moros cuando ivan a las batallas de conquista.

P.- Beethoven..

R.- Este era un señor sordo que compuso la letra de Miguel Rios o sea el Himno de la alegría. Pero cuando la izo no era de rocks. Daba muchos conciertos en la época de Franco y hizo también ’Para Luisa’ que no tiene paranjon en la historia de la música.

-Vocabulario musical (define):
Barítono: es el que lleba la barita o sea el que dirije a los otros

Tenor: es un cantante como Placido Domingo

Soprano: esto no lo se

Villancico: es lo que se canta en Navidad cerca del arbol

Sinfonía: es lo que tocan las orquestas

Movimiento adagio: eso no lo trae mi libro

Movimiento allegro: que lo cantan los musicos cuando o sea estan contentos.

Nota: Este alumno fue a protestar porque lo suspendieron.

Lengua y Literatura
P.- Medir el segundo verso escrito en la pizarra.
R.- En la pizarra, unos 75 centímetros , en el papel más o menos una cuarta (lo digo aproximado porque no me he traído el metro).

Ciencias y geografía


P.- Movimientos del corazón.
R.- El corazón siempre está en movimiento, solo está parado en los cadáveres.

P..- Movimientos del corazón (otra respuesta).
R.- De rotación alrededor de sí mismo y de traslación alrededor del cuerpo.

P.- Huesos de la pantorrilla.
R.- Está formado por el hueso más largo del cuerpo, que es el fémur, que va desde el omoplato hasta la rótula.

P.- El cerebro.
R..- Las ideas, después de hablar, se van al cerebro..

P..- Ejemplo de parásito interno .
R.- Las vísceras..

P.- Un parásito interno del hombre.
R..- El langostino.

P...- Músculos del cuello.
R.- Electrocleidomésticos.

P.- Capacidad pulmonar.
R.- Es de unos cinco mil litros.

P..- Reproducción sexual.
R.- Para que se provoque la FERMENTACIÓN , tienen que estar el órgano masculino dentro del femenino.

P.- Dimorfismo sexual.
R.- El macho se diferencia de la hembra por una prolongación más o menos larga.

P.- Antibióticos.
R.- El alcohol, algodón y agua oxigenada.

P.- Estimulantes del sistema nervioso.
R.- El café, el tabaco y las mujeres

P.- Odontólogo.
R.- Carnívoro que se alimenta de presas vivas.

P.- Pediatra.
R.- Médico de pies.

P.- Definición de rumiantes.
R.- Son los que eruptan al comer.

P.- Marsupiales.
R.- Los animales que llevan las tetas en una bolsa.

P.- Aves prensoras..
R.- Son las aves que viven en las ’prensas’, sitos donde hay mucha agua.

P.- Aves prensoras (otra buena).
R.- Tienen bonitos coloridos, como el cuervo..

P.- Ejemplos de nematoceros (mosquitos).
R.- El ’buo’, el ’buo’ real y el mochuelo.

P.- El alantoides.
R.- Es una especie de rabo que tiene el pollo para respirar.

P.- Reptiles.
R.- Son animales que se disuelven en el agua.

P.- Ejemplo de reptil.
R..- La serpiente ’Putón’

P.- Anfibios.
R.- La rana tiene una hendidura cloacal, por la cual lanza el típico sonido ’cloac, cloac’.

P.- Moluscos.
R.- Son esos animales que se ven en los bares, por ejemplo el cangrejo.

P.- División de los moluscos.
R.- Gasterópodos, bivalvos y simios.

P.- Partes del insecto.
R.- Son tres: in-sec-to

P.- La abeja.
R.- Se divide en reina, obreras y ’zagales’.

P.- ¿Conoces algún vegetal sin flores?
R.- Si, conozco algunos.

P.- Las algas.
R.- Son animales con caracteres de vegetales.

P.- Fases de la Luna.
R.- Luna llena, luna nueva y menos cuarto.

P.- Formación de las cordilleras.
R.- Las montañas no se forman en uno o dos días, tardan mucho tiempo en formarse.

P.- ¿Qué río pasa por Viena?
R.- El Vesubio azul.

P.- Afluentes del Duero por la derecha.
R.- Son los mismos que por la izquierda.

P.- Glaciares
R.- Pueden ser por erosión y por defunción.

P.- Volcanes.
R.- En Mallorca está el Teide. El agua de mar se solidifica y sale por el cráter.

P..- Productos volcánicos.
R.- Las bombas atómicas.

P.- Cómo se llaman los habitantes de Ceuta.
R..- Centauros..

Geografía


P.- Característica de Holanda.
R.- En Holanda, de cada cuatro habitantes, uno es vaca.

P.- Países que forman el Benelux .
R.- Bélgica, Luxemburgo y Neardental

P.- Países productores de miel.
R.- La Granja de San Francisco

P.- Depuración del agua.
R.- Se hace por los rayos ultraviolentos.

P.- La sal común.
R.- Tiene un curioso sabor salado.

P.- Brisa del mar.
R.- Es una brisa húmeda y seca.

P.- El mendelismo.
R.- Mendel trabajó mucho ayudado por caracoles.

Matemáticas y Física


P.- Polígono.
R.- Hombre con muchas mujeres.

P.- Círculo
R.- Es una línea pegada por los dos extremos formando un redondel.

P.- Averiguar el número primo 2639.
R.- Para mí que este número no es primo porque no hay ningún número que dividido por este número que es 2639 nos de exacto. Si usted ve que está mal corrijalo

P.- Trabajo y energía.
R.- Trabajo es si cogemos una silla y la ponemos en otro sitio, energía es cuando la silla se levanta sola..

P.- Palabra derivada de luz.
R.- Bombilla.

Historia y religión


P.- El hombre primitivo.
R.- Se vestía de pieles y se refugiaba en las tabernas.

P.- Etapas más importantes en la evolución del hombre.
R.- Sobre el año 570 se cree en la primera aparición del Homo sapiens. A partir del 570 y hasta el 1200 el Homohabilis. A partir del 1200 y hasta aproximadamente el 1701 el Homohabilis y después, hombres normales.

P.- Comentar algo del 2 de mayo.
R.- ¿De qué año?

P.- El arte griego.
R.- Hacían botijos

P.- El Cid.
R.- Quiso armarse caballero y se buscó a un aldeano llamado Sancho Panza y se fue por esos mundos...

P-La catedral de León.
R.- Fue construida por los romanos gracias a un arquitecto americano.

P.- La soberbia.
R..- Es un apetito desordenado de comer y beber, que se corrige practicando la lujuria.

P.- Moisés y los israelitas.
R.- Los israelitas en el desierto se alimentaban de patriarcas.

P..- La Fe.
R.- Es lo que nos da Dios para poder entender a los curas.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hola y adiós - Ray Bradbury (Cuento CF)

Blog de Tio Tizo:

Hola y adiós

Ray Bradbury, 1.953

(Traductor: Luis Bou)

Pues claro que se iba, qué otra cosa podía hacer, el tiempo se había agotado y se iba, se iba muy lejos. Tenía ya hecha la maleta, había sacado brillo a los zapatos; se había cepillado el pelo y se había lavado expresamente detrás de las orejas. Tan sólo faltaba bajar las escaleras, salir por la puerta y subir la calle hasta la estación del pueblo, donde el tren se detendría exclusivamente para recogerle a él; entonces Fox Hill, Illinois, quedaría atrás, muy atrás en su pasado. Y él proseguiría su camino, quizá a Iowa, tal vez a Kansas, quién sabe si a California; un chiquillo de doce años, en cuya maleta un certificado de nacimiento acreditaba que lo había hecho hacía cuarenta y tres.

–¡Willie! –exclamó una voz en la planta baja.

–¡Ya voy! –Alzó del suelo la maleta. Vio en el espejo de su cómoda un rostro formado por dientes de león de junio, manzanas de julio y leche de cálida mañana de verano. Allí, como siempre, se reflejaban el ángel y el inocente, aquella efigie que tal vez nunca, en todos los años de su vida, llegase a cambiar.

–Casi es la hora –llamó la voz de mujer.

–¡Ahora mismo! –Y descendió por la escalera, al tiempo gruñón y sonriente. En la sala de estar, sentados, Anna y Steve, las ropas dolorosamente pulcras.

–¡Aquí estoy! –exclamó Willie desde el umbral de la sala.

Daba la impresión de que Anna fuese a romper a llorar.

–¡Oh, Dios mío! No es posible que vayas a dejarnos, ¿verdad, Willie?

–La gente está empezando a murmurar –dijo Willie tranquilamente–. Hace ahora tres años que estoy aquí. Pero cuando la gente se pone a murmurar, sé que ha llegado la hora de ponerme los zapatos y sacar un billete de tren.

–Todo es tan extraño, no lo entiendo. ¡Y así, tan de pronto! –se lamentó Anna–. Willie, te vamos a echar muchísimo de menos.

–Yo os escribiré todas las Navidades. Por favor, ayudadme. No me escribáis vosotros.

–Ha sido un gran placer y una satisfacción –dijo Steve, allí sentado, demasiado ampulosas las palabras, palabras que cuadraban mal en su boca–. Es una vergüenza que esto haya de acabar así. Es una vergüenza que hayas tenido que contamos tu caso. Es una condenada vergüenza que no puedas quedarte.

–Vosotros sois los parientes más agradables que he tenido nunca –dijo Willie, desde su metro veinte de estatura, barbilampiño, radiante el sol en su rostro.

Y entonces Anna se echó a llorar.

–Willie, Willie –gimió. Se sentó. Parecía querer abrazarle, pero abrazarle le daba miedo ahora; le miró con sorpresa y desconcierto, vacías las manos, sin saber qué hacer.

–No resulta fácil irse –dijo Willie–. Se acostumbra uno a la situación. Desea uno quedarse, pero no puede ser. En una ocasión probé a quedarme después de que la gente comenzase a desconfiar. «¡Qué cosa más horrible!», decían. «¡Tantos años jugando con los inocentes de nuestros niños –decían–, y nosotros sin enterarnos!» «¡Qué espanto!», dijeron. Y al final, una noche tuve que huir de la ciudad. No resulta fácil, no. Sabéis perfectamente bien cuánto os quiero a ambos. ¡Gracias por estos tres años fabulosos!

Fueron todos juntos hasta la puerta delantera.

–Willie, ¿adónde piensas ir?

–No lo sé. Sencillamente, me pongo a viajar. Cuando veo una ciudad que promete ser verde y agradable, me quedo.

–¿Volverás algún día?

–Sí–dijo con toda formalidad su vocecilla aguda–. Dentro de unos veinte anos debería empezar a reflejarse la edad en mi rostro. Cuando así sea, pienso hacer un gran recorrido y visitar a todos los padres y madres que he tenido.

Permanecieron en pie en el fresco porche veraniego, reacios a decirse las últimas palabras. Steve tenía tozudamente clavada la mirada en un olmo.

–¿Con cuántas familias has estado, Willie? ¿Cuántas veces has sido adoptado?

Willie hizo el cálculo de bastante buen grado:

–Me parece que han sido unas cinco ciudades y cinco los matrimonios con quienes he estado. Han pasado más de veinte años desde que empecé mi peregrinaje.

–Bueno, no tenemos motivo para quejamos –dijo Steve–. Más vale tener un hijo durante treinta y seis meses que ninguno en absoluto.

–Bien... –dijo Willie. Se despidió de Anna con un beso rápido, asió el equipaje y se marchó calle arriba, penetrando en la verde luz del mediodía, bajo los árboles... un chiquillo muy joven en verdad, sin volver atrás la mirada, corriendo.

Los chicos estaban jugando en el verde diamante del parque cuando pasó. Permaneció un ratito bajo la sombra de los robles, observándoles lanzar la blanca, nívea bola de béisbol que hendía el aire cálido del verano; vio volar sobre la hierba, como un pájaro oscuro, la sombra de la bola; vio cómo se abrían las manos, como bocas voraces, para atrapar aquel raudo fragmento de estío que ahora parecía tan importante asir. Gritaron los chicos. La bola aterrizó en la hierba, cerca de Willie.

Al avanzar con la bola, saliendo de los árboles umbrosos, pensó en los tres últimos años, ahora gastados hasta el céntimo, y en los cinco años anteriores, y así, remontando el hilo de su vida, hasta el año en que cumplió verdaderamente los once años y los doce y los catorce; penso en las voces que decían: («¿Qué le pasa a Willie, señora?» «Señora B., ¿no está Willie retrasado en su crecimiento?» «Willie, ¿has estado fumando cigarros últimamente?» Los ecos se extinguieron en luz y colores veraniegos. La voz de su madre: «¡Willie cumple hoy los veintiuno!». Y un millar de voces repitiendo: «Hijo, vuelve cuando cumplas quince años; tal vez entonces podamos darte trabajo».

Se quedó mirando fijamente a la pelota de béisbol que sostenía en su mano temblorosa, imagen de su vida, una bola interminable de años bobinados y rebobinados una y otra vez, pero siempre conducentes a su duodécimo cumpleaños. Oyó a los chicos venir hacia él; sintió que le tapaban el sol, los vio mayores que él, rodeándole.

–¡Willie! ¿Adónde vas? –Le dieron una patada a su maleta.

¡Qué altos, allí plantados, en el sol! Era como si en aquellos últimos meses, el Sol hubiera pasado una mano sobre sus cabezas, reclamándoles, y ellos fueran cálido metal fundente atraído hacia lo alto; como si fueran trigo dorado halado hacia el cielo por una inmensa fuerza gravitatoria; ellos, con sus trece, catorce años, mirando a Willie desde las alturas, sonrientes todavía, pero ya comenzando a tenerle por un cero a la izquierda. Aquello había empezado hacía cuatro meses.

–¡Formemos equipos! ¿Quién quiere a Willie en el suyo?

–¡Bah!, Willie es demasiado pequeño; no queremos «niños» con nosotros.

Y le aventajaron en la carrera, atraídos por la Luna y el Sol y por la sucesión turnante de estaciones de hoja y de viento; él siguió teniendo doce años, pero ninguno de los otros volvió a tenerlos jamás. Y las voces, las otras voces comenzaron de nuevo a repetir el manido estribillo, frío y aterradoramente familiar: «Más vale que le des vitaminas a ese chico, Steve». «¿Qué pasa, Anna, es que en tu familia hay una rama de bajitos?» Y el frío puño que vuelve a golpearte el corazón, el conocimiento de que será preciso volver a arrancar las raíces después de tantos años buenos con los «parientes».

–¿Adónde vas, Willie?

Sacudió bruscamente la cabeza. Volvía a encontrarse en medio de aquellas torres humanas, de aquellos mocetones que le hacían sombra, que pululaban en torno a él, como gigantes inclinados a beber en la fuente de un parque.

–Me voy unos días a casa de un primo.

–Oh. –Hubo un día, hace un año, en que eso les hubiera importado mucho. Pero ahora tan sólo sentían curiosidad por su equipaje. No era más que la fascinación de los viajes y los trenes y los lugares distantes.

–¿Qué os parece si echamos un par de partidas rápidas? –dijo Willie.

Su aspecto era más bien dubitativo pero, dadas las circunstancias, accedieron. Dejó caer la bolsa y corrió; la blanca pelota de béisbol estaba allá en lo alto, en el sol, distante de sus figuras de blanco ardiente en la lejanía del prado, de nuevo en el sol, apresurada, la vida yendo y viniendo, como obedeciendo a un patrón. ¡Aquí, allí! ¡El señor y la señora Robert Hanlon, de Creek Bend, Wisconsin, 1932, la primera pareja, el primer año! ¡Aquí, allí! ¡Henry y Alice Boltz, Limeville, Iowa, 1935! ¡Vuela, pelota! ¡Los Smith, los Eaton, los Robinson! ¡1939! ¡1945! Marido y mujer, marido y mujer, sin niños, sin niños. Una llamada a esa puerta, una llamada a esa otra.

–Disculpe usted. Me llamo William. Me pregunto si...

–¿Un bocadillo? Pasa, siéntate. ¿De dónde vienes, hijo?

El bocadillo, el vaso largo de leche fresca, la sonrisa, el gesto acogedor, la conversación cómoda, distendida.

–Hijo, das la impresión de haber estado viajando. ¿Te has escapado de algún sitio?

–No.

–Chico, ¿eres huérfano?

Otro vaso de leche.

–Siempre quisimos tener hijos, pero nunca hemos podido. Jamás supimos por qué. Cosas que pasan. Bueno, bueno. Se está haciendo tarde, hijo. ¿No crees que sería mejor que te fueras a casa?

–No tengo casa.

–¿Un chico como tú? ¿Con lo limpias que tienes las orejas? Tu madre estará preocupada.

–No tengo casa ni parientes en todo el mundo. Me pregunto si... me pregunto... ¿me permitirían pasar aquí esta noche?

–Bueno, hijo, verás, no sé qué decir. Nunca habíamos pensado en admitir... –dijo el marido.

–Esta noche tengo pollo para cenar –dijo la mujer–, y hay bastante para repetir, bastante para las visitas...

Y los años que pasan, que vuelan; las voces, y los rostros, y las gentes; las primeras conversaciones, siempre las mismas. La voz de Emily Robinson, en su mecedora, en la oscuridad de la noche veraniega, la última noche que estuvo con ella, la noche en que ella descubrió su secreto, su voz, al decir:

–Miro las caras de todos los niñitos que pasan. Y a veces pienso: ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza que todas esas flores hayan de ser cortadas, que sea preciso extinguir el fulgor de esos fuegos! Qué vergüenza que éstos, todos esos que vemos en las escuelas o correteando por ahí hayan de tornarse altos y desagradables; que luego lleguen las arrugas, la sal y la pimienta en el pelo, o la calvicie, para luego, finalmente, puros huesos y resuellos, tener que morir, enterrados y olvidados. Cuando oigo reír a los niños, me resulta imposible creer que hayan de recorrer la misma senda por la que yo camino. Y sin embargo, ¡vienen! Aún recuerdo aquel poema de Wordsworth: «...cuando de pronto vi una multitud, una hueste de dorados lirios, cerca del lago, bajo los árboles, lirios que se agitan y se mecen en la brisa». Eso es lo que a mí me parecen los niños, pese a lo crueles que son a veces, a pesar de saber cuán malvados pueden ser. Pero no les asoma todavía la maldad en torno a los ojos, aún no se lee la malicia en su mirada, sus ojos aún no se han saturado de cansancio. ¡Es tanta el ansia que sienten por todo! Me imagino que eso es lo que más echo a faltar en las personas mayores, que en nueve de cada diez casos han perdido ese ansia, esa frescura, a quienes se les ha escurrido desagüe abajo tanta de su energía vital... Adoro ver cómo salen cada día los niños de la escuela; es como si sus puertas lanzasen florecillas a la calle. ¿Qué se siente, Willie? ¿Qué siente uno al ser eternamente joven? ¿Cómo es parecer una moneda de plata recién acuñada? ¿Eres feliz? ¿Te encuentras tan estupendamente como dice tu aspecto?

La bola de béisbol llegó zumbando desde el cielo azul; le dio a su mano un picotazo, como un gran insecto pálido. Mientras se la .acariciaba, Willie oyó a su memoria decir:

«Trabajé con lo que tenía. Después de morir mis parientes, tras descubrir que no podía encontrar en ningún sitio trabajo de adulto, probé suerte en las ferias, pero sólo conseguí que se rieran de mí. "Hijo –me dijeron–, no eres un enano, e incluso aunque lo seas, ¡tu aspecto es de un chico normal! Queremos enanos con cara de enanos. Lo siento, hijo, lo siento." Así que me fui de casa, y eché a andar pensando: ¿Qué era yo? Un niño. Tenía aspecto de niño, tenía voz de niño, así que podría perfectamente seguir siendo un niño. De nada valía luchar contra ello. De nada serviría gritar. ¿Qué podía hacer, pues? ¿Qué trabajo tenía a mi alcance? Y un buen día vi a un hombre en un restaurante mirar las fotografías que de sus hijos le enseñaba otro hombre. "Claro que me gustaría tener hijos –decía–, ya lo creo que me gustaría." No hacía más que mover con desánimo la cabeza. Y yo sentado allí, a unos pocos asientos de él, con una hamburguesa entre las manos. Me quedé allí sentado, ¡helado! En aquel mismo instante supe cuál iba a ser mi trabajo durante el resto de mi vida. Sí, había trabajo para mí, después de todo: hacer felices a gentes solitarias. Mantenerme ocupado. Jugar eternamente. Me di cuenta de que tendría que jugar eternamente. Repartir unos cuantos periódicos, hacer recados, segar unos cuantos céspedes. quizá. Ahora, ¿trabajos pesados? Jamás. Todo cuanto tendría que hacer consistiría en ser hijo de una madre y orgullo de un padre. Me dirigí al hombre que se encontraba un poco más abajo que yo en la barra. "Discúlpeme", le dije, y le sonreí...»

–Pero Willie –le había dicho hacía mucho la señora Emily–, ¿nunca te has sentido solo? ¿Nunca has querido... esas cosas que los adultos desean?

–Esa batalla la tuve que librar yo solo –dijo Willie.

«Soy un chiquillo –me dije–, tendré que vivir en un mundo de chiquillos, leer libros para niños, jugar a juegos de niños, desconectarme de todo lo demás. No puedo ser las dos cosas. Yo sólo tengo que ser una cosa: joven. Así que hice mi papel. ¡Oh, no fue fácil! Hubo momentos...» Se interrumpió y se sumió en el silencio.

«Y la familia con la que vivías, ¿no llegó a saberlo nunca?»

«No. Decírselo hubiera estropeado todo. Les conté que me había escapado; les dejé comprobarlo por conducto oficial, por la policía. Después, cuando no apareció ninguna ficha ni denuncia, dejé que solicitasen mi adopción. Eso era lo mejor de todo, siempre y cuando no sospechasen nada. Pero, entonces, después de tres años, o de cinco, se imaginaban lo que pasaba, o llegaba un viajante que me conocía, o me tropezaba con un feriante, y aquello se acababa. Siempre tenía que acabar.»

«¿Y tú eres muy feliz? ¿Es agradable seguir siendo niño durante cuarenta años?»

«Como suele decirse, es una forma de ganarse la vida. Y cuando uno hace felices a otras personas, casi se es feliz también. Sea como fuere, dentro de unos cuantos años estaré ya en mi segunda infancia. Habré doblado el cabo de las tormentas, habré olvidado las insatisfacciones y casi todos los sueños. Tal vez entonces pueda comportarme con naturalidad y representar mi papel hasta el final.»

Lanzó una última vez la bola de béisbol y rompió el ensueño. Corrió a coger su equipaje. Tom, Bill, Jamie, Bobb, Sam; sus nombres se movieron sobre sus labios. Percibió el embarazo de los muchachos al irles estrechando la mano.

–Bueno, Willie, después de todo no es como si te fueras a China o a Tombuctú.

–Así es, ¿verdad? –Willie no se movió.

–Hasta pronto, Willie. Nos veremos la semana que viene.

–Hasta pronto, hasta pronto.

Y fue alejándose con la maleta, mirando a los árboles, alejándose de los muchachos y de la calle en la que había vivido. Al doblar una esquina aulló el silbato de un tren, y echó a correr.

Lo último que vio y oyó fue una blanca bola de béisbol lanzada a lo alto de un tejado, atrás y adelante, atrás y adelante, los gritos de dos voces (la bola lanzada hacia arriba, y luego abajo y otra vez a través del cielo). «¡Annie, Annie, basta! ¡Basta, Annie, basta!», gritos como los de los pájaros al volar hacia el lejano sur.

Se despertó de madrugada, una madrugada con olor de la neblina y del frío metal, envuelto en el olor ferroso del tren que le rodeaba, los huesos sacudidos, entumecidos los miembros por toda una noche de viaje. Se despertó con olor de sol tras el horizonte; su vista se tendió sobre una pequeña villa recién surgida del sueño. Se estaban encendiendo las primeras luces, murmuraban quedas las voces; una señal roja oscilaba adelante y atrás, atrás y adelante, en el aire frío de la mañana. Había ese silencio somnoliento en el cual los ecos están dignificados por la claridad, en el cual los ecos se encuentran desnudos, nítidos y solitarios. Pasó un mozo de tren, una sombra entre las sombras.

–Señor –dijo Willie.

El mozo se detuvo.

–¿Cómo se llama esta ciudad? –susurró el chico desde la oscuridad.

–Valleyville.

–¿Cuántos habitantes tiene?

–Diez mil. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te bajas aquí?

–Parece verde. –Willie permaneció largo rato escrutando la ciudad sumida en la madrugada–. Parece agradable y tranquila –añadió.

–Hijo –dijo el mozo–, ¿de verdad sabes a dónde vas?

–Aquí –respondió Willie. Y se levantó tranquilamente en la madrugada tranquila, fría, saturada de olor a hierro, en la oscuridad del tren, con un rozar de ropas, perturbando el silencio.

–Chico, confío en que sepas lo que te haces –dijo el mozo de tren.

–Sí, señor, sé lo que me hago. –Y descendió al oscuro andén, con el equipaje en pos, en manos del mozo; salió a la mañana que recibía las primeras luces, la mañana humeante y fría que condensaba el aliento. Permaneció un instante con la vista alzada hacia el mozo y hacia el negro tren de metal, contra el fondo de las pocas estrellas que aún quedaban. El tren exhaló un gran soplido aullante en su silbato, los mozos del tren gritaron a lo largo de toda la hilera de vagones, los coches saltaron, y su mozo sonrió y ondeó la mano en señal de saludo al chico que allí se quedaba, a aquel chico pequeñín con su maletón que le estaba gritando algo, a pesar de que la máquina volvía a soltar su silbido.

–¿Qué? –gritó el mozo, con la mano haciendo pabellón en la oreja.

–¡Deséeme suerte! –gritó Willie.

–¡La mejor del mundo, hijo! –exclamó el mozo, saludando, sonriendo–. ¡Muchacho, la mejor del mundo!

–Gracias –dijo Willie en mitad del estrépito del tren, en el vapor y el rugido.

Permaneció mirando al negro tren hasta que se fue completamente y se perdió de vista en la lejanía. No se movió durante todo el tiempo que tardó en irse. Allí se estuvo, quietecito en el fatigado andén de madera, doce años de chiquillo, y sólo después de pasados tres minutos completos se volvió para, por fin, encararse con las calles desiertas.

Después, mientras el sol se alzaba, echó a andar a toda prisa para guardar el calor, bajando de la estación, entrando en la nueva ciudad.

TIZO TV en WorldTV